1/4/08

Sintió risas, que rompían el implacable silencio de la vieja casa. Continúo comiendo, tranquilo, sin darle mayor importancia.

Sintió gritos, pisadas, jolgorio; pero no le preocupaba. Se levantó de la mesita donde comía, como todos los días, caminó por el pasillo que conducía al living, se acercó al sillón y se sentó frente al televisor, lo encendió y se quedo mirándolo. Sin embargo el ruido del televisor no logro apaciguar el sonido de las carcajadas. Disgustado por ésto, se levantó precipitadamente. Recordó entonces que Magali estaba arriba. Se dirigió hasta la escalera, subió los escalones que parecían infinitos.

Mientras subía, sus pisadas retumbaban acallando los sonidos que venían desde arriba.

Llegó finalmente hasta el último piso de la casa. Se paró frente a la puerta azul, desde donde nacían los sonidos. Giró la manilla. La puerta se abrió. Se quedó allí parado en el umbral, sin avanzar.

-¿Qué estás haciendo?- le preguntó a la pequeña niña que estaba sentada sobre la alfombra.
Ella levantó la mirada. Fijó sus ojos en él.
-Escribo- le dijo.

1 comentario:

Llanada dijo...

quedé helado...